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Cotillas, pero informados y siempre comunicados. Radiografía de los españoles en redes sociales

artículo publicado en Tribuna de Ávila) 

Es un hecho: las redes sociales han venido para quedarse. Están presentes, y de qué manera, en nuestra actividad diaria. Y su nivel de penetración es mayor cuanto menor es la edad del usuario.

Así lo confirman cientos de estudios, como el que ha presentado recientemente el IAB Spain. En su Estudio Anual de Redes Sociales en España de 2017 muestra los hábitos de los españoles en cuanto a estos medios online.

Para los autores de este estudio, las redes sociales serían todas aquellas estructuras sociales formadas por personas o entidades, conectadas entre sí por algún tipo de relación o interés común a través de Internet. Por eso, a las clásicas Twitter y Facebook, se van añadiendo otras como Snapchat, Instagram, YouTube, o las de mensajería instantánea.

No hay dudas sobre la inclusión de las redes en la sociedad española, y este estudio se encarga de confirmarlo en cifras: el 86% de los internautas de entre 16 y 65 años hacen uso de ellas de forma habitual; esto supone que existen en nuestro país 19 millones de usuarios de redes sociales, y que la cifra sigue subiendo año tras año (un 5 % con respecto a 2016, y un crecimiento de más del 50 % desde 2009). Ah, el estudio también señala que los más “enganchados” somos los que tenemos entre 31 y 45 años. Curioso, ¿no? Seguro que habría quien pensara que esto era un campo de batalla para adolescentes y jóvenes…

Claro, que los datos varían según de qué red social hablemos, y el uso que le demos a la misma. Por ejemplo, la más utilizada es Facebook (el 91 % de usuarios tiene perfil en ella), seguida de WhatsApp (89 %), YouTube (71 %) y Twitter (50 % tan sólo, con el ruido que hace a veces). Las predicciones de futuro del estudio apuntan a que será Instagram quien reine en un plazo corto de tiempo, pues en los últimos años la frecuencia de uso de esta red social claramente fotográfica ha aumentado de forma llamativa.

Eso sí, a la que más tiempo dedicamos es al siempre presente WhatsApp, que además se convierte en la red social mejor valorada de todas. Estamos en línea en el telefonito verde una media de 5 horas y 13 minutos semanales, alrededor de casi dos horas al día. Ahí es nada. Es lógico, pues nos permite chatear con cualquiera sin gastar apenas datos de Internet en los dispositivos móviles. Pero ojo, que Spotify viene pegando con fuerza en cuanto a tiempo de uso, y cada vez pasamos más horas conectados a sus listas de reproducción.

Por sexos, también varían bastante nuestras preferencias. Mientras las mujeres preferimos Facebook, Instagram y Pinterest, los hombres se decantan por Twitter, Spotify, y Tinder (la conocida aplicación para ligar). Prefiero no comentar mucho sobre esto, no me tachen luego de lo que no soy.

La parte que más me ha gustado de todo el estudio es cuando se pregunta a los usuarios que definan cada red social con una palabra. Facebook queda catalogada como “cotilla”, Twitter como “información”, WhatsApp como “comunicación” y Pinterest como “interesante”. Y me remito a uno de mis párrafos anteriores: que más de un 90 % de nosotros ande metido en una red calificada como “cotilla”, dice mucho del país de patio de vecinas en el que vivimos.

Muy interesante también es saber cuándo nos conectamos más a las redes sociales. Un dato muy significativo para los community managers, de cara a que su contenido programado tenga el mayor impacto posible. Ese ‘prime time’ de las redes transcurre entre las 20:30 y las 00:30. Somos animales nocturnos, los españoles.

¿Y cómo accedemos los españoles a las redes sociales? Principalmente, a través del móvil. El 94% de los accesos se realizan a través de smartphones: el ordenador ha sido desbancado. Y cuidado con las tablets, que algunos las daban ya por muertas: seguimos utilizándolas para estos menesteres en un 55 %, cuando el año pasado apenas llegaba al 28 %.

Así somos, y así nos movemos por las redes sociales en España. ¿Y tú? ¿Te ves reflejado en estos datos?

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Supervisar no es espiar. Sobre la vigilancia de nuestros hijos en Internet

artículo publicado en Tribuna de Ávila) 

La pasada semana estuve en una clase con chicos de 12 años, hablando de podcast como una nueva forma de comunicar acorde a los hábitos de consumo de medios que existen actualmente. En un momento determinado, y para lograr conectar con ellos, aludí a uno de sus youtubers favoritos para explicar la importancia de las sintonías y las presentaciones. Me repitieron a coro, los veintipico, el saludo de Auronplay (querido @smdani: tú tienes la culpa de me haya enganchado a su canal). Sin embargo, y esto es lo más llamativo del tema, los profesores que les acompañaban se quedaron descolocados, sin saber de qué les estaba hablando.

Esto me ha hecho pensar, ya no tanto en los educadores (que podemos dejarlo para otro día), sino, yendo más allá, en el papel de los padres a la hora de conocer de primera mano qué contenidos ven sus hijos en Internet. Porque sí, es necesario estar pendientes para lograr empatizar con ellos, estar en su misma sintonía. Si tú, padre, no sabes quién es El Rubius, o qué es eso del Clash Royale, lo siento: no podrás mantener una conversación con tu hijo mínimamente interesante. Es lo que hay. YouTube, por ejemplo, ofrece un nuevo lenguaje, nuevas formas de compartir lo de siempre y un nuevo espacio en el que pasar tiempo libre. Mucho tiempo libre. Por eso, es necesario conocer y compartir las aficiones de nuestros hijos para entender su mundo.

 

Conocer, compartir, dialogar, formar, … ¿y censurar? Soy consciente de que, en plena era de la información, una de las grandes preocupaciones que tenemos los padres es cómo podemos controlar ese contenido, así como el uso que le dan nuestros hijos a sus redes sociales. Emilio Calatayud, juez de menores, asegura que, igual que nuestros padres rebuscaban en nuestros cajones, ahora somos nosotros quienes debemos rebuscar en el móvil de nuestros vástagos. Pese a que me suelo identificar mucho con sus opiniones, siento tener que decir que esta vez no estoy de acuerdo. Y ojo, que ni soy psicóloga, ni nada por el estilo: lo que explico a partir de ahora lo hago desde mi percepción personal y desde lo que a mí, como madre, me parece lo más apropiado para mis hijas (espero no equivocarme en un futuro).

Ser padre en la era del smartphone, en la que cada dos minutos sale una nueva aplicación social, hace que la vigilancia constante sea prácticamente imposible. ‘Ciberbullying’, ‘sexting’, ‘grooming’, son peligros derivados del mal uso de las nuevas tecnologías que nos preocupan a todos. El problema está en delimitar dónde termina el derecho a la intimidad de los hijos y dónde empieza nuestra responsabilidad como padres. Derivada de esta extrema preocupación, han surgido controles parentales que nos permiten bloquear ciertos contenidos que consideramos no apropiados; incluso, existen aplicaciones para espiar las conversaciones on line de nuestros pequeños descendientes. Haz la prueba: busca en Google “padres controlan a sus hijos en Internet” y verás que lo que más se demanda es “app para localizar el móvil de los hijos”, “controlar un móvil desde otro”, o “cómo controlar el WhatsApp de mi hijo gratis”. Alucinante. ¿Realmente esta es nuestra función como padres: espiar antes que confiar?

Curiosear a hurtadillas lo que hace nuestro hijo no va a evitarle todos los males de la adolescencia. Más bien, creo que lleva a una sobreprotección que puede frenar su madurez personal. No se trata de mirar su móvil, de controlar todos sus pasos: la clave (creo yo) reside en la formación previa y el acompañamiento. Si directamente optas por el control absoluto, algo falla. Cuando pones un programa de GPS a tu hijo estás vulnerando directamente su esfera más íntima. Piensa por un momento en qué valores le estás inculcando cuanto tú como padre le espías en su vida privada.

Antes de todo esto, habla con tu hijo. Explícale qué es Internet, qué peligros conlleva, y cómo debe actuar en la Red. Acompáñale en sus primeros pasos. Recuérdale que no comparta excesivos datos personales. Insístele en que una inocente foto, en el momento en el que salga de su móvil, ya ha perdido todo control sobre ella. Comparte con él sus inquietudes y aficiones: entra en su mundo. Vigila y permanece alerta, pero no espíes. Y, cuando sea el momento, marca unos límites de uso, pero siempre desde el respeto. Quid pro quo: la confianza que tú muestres en él será la confianza que él demuestre en ti.

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La Ballena Azul: una prueba más para la adolescencia

artículo publicado en Tribuna de Ávila) 

Piensa por un momento: ¿qué pasa si metemos en una coctelera un montón de hormonas adolescentes, miles de ganas de conseguir una aceptación social, y un desafío que parece conseguirlo? El resultado se sirve tan frío como el océano en el que habita el ser que da nombre a la nueva preocupación de los padres: el macabro juego de la Ballena Azul.

Si en los noventa fueron los juegos de rol quienes asumieron este papel de generadores de sensaciones fuertes para los jóvenes, ahora las redes sociales multiplican exponencialmente las ramificaciones de esta nueva y peligrosa moda que, dicen, ya se ha cobrado la vida de varios chicos en todo el mundo.

Para quien aún no haya oído hablar de la Ballena Azul, les diré que se trata de un “juego” que circula principalmente por grupos privados de Facebook, consistente en 50 pruebas que los participantes deben ir superando, y de cuyo resultado deben enviar fotografías. Comienza de forma muy inocente, como dibujar el cetáceo en cuestión, comer varios huevos cocidos. Pero enseguida sube la intensidad de los desafíos, exigiendo ver películas de terror 24 horas seguidas, hacerse cortes en los brazos, pararse en medio de una carretera, subirse al borde de un tejado, y, finalmente, pedirles acabar con su vida.

El nombre del “juego” no es casual. Las ballenas azules, cuando sienten que van a morir, se alejan del resto para fallecer en una playa. Macabra metáfora que se identifica de forma precisa con los sentimientos clásicos de los adolescentes: se sienten a menudo solos, creen que sus familias no les apoyan, y necesitan un cierto grado de reconocimiento social, sentirse aceptados.

El éxito de esos desafíos radica en que están basados en el reto. Un reto que lleva a los jóvenes a buscar sensaciones, a probarse poco a poco, reforzando su autoestima con cada logro conseguido. Tratan de demostrarse a ellos mismos y a los demás que pueden llegar a ser alguien. Paradójicamente les hace sentirse vivos, hasta que mueren.

Vale, ya he asustado bastante al personal. Y seguro que muchos están en estos momentos demonizando Facebook y diciendo lo malo malísimo que es usar Internet. Insisto en algo que he comentado anteriormente: esta clase de “juegos” existe desde hace mucho tiempo, y desgraciadamente creo que seguirán existiendo en un futuro. Culpabilizar de ello a las redes sociales es matar al mensajero, pero no erradicar el mensaje. Estos nuevos canales de comunicación es cierto que amplifican la difusión de estas pruebas hasta límites insospechados hace algunos años. Pero, míralo por otro lado: también sirven para que alertemos sobre ello y difundamos el conocimiento de estas prácticas tan dañinas, ¿no te parece?

No te descubro nada nuevo con esto: tener hijos y vivir preocupado son cosas indisolublemente unidas. No hay una receta mágica para que nuestro hijo no caiga en este u otro tipo de juegos. Como siempre he señalado en otros artículos, lo principal es educarles desde la infancia en un correcto uso de los medios que tienen a su alcance, para que sepan discernir entre lo correcto y lo pernicioso, entre lo positivo y lo perjudicial. Y siempre, siempre acompañarles en sus primeros pasos por la Red. No se trata de espiar, sino de aconsejar, de decirles que no acepten invitaciones de desconocidos, que no envíen fotografías sin control. Y, sobre todo, de fomentar un clima de confianza, comprensión y comunicación entre padres e hijos que nos permita estar alerta ante cualquier cambio extraño en sus conductas.

Porque la moda de la ballena pasará, pero vendrán otras iguales, o puede que más peligrosas aún. Por eso, el gran reto de la educación de nuestros hijos (también en redes sociales) es nuestro verdadero estímulo. Y créeme: son más de 50 pruebas diarias.

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¡Basta de bulos virales racistas!

(artículo publicado en Tribuna de Ávila) 

Seguro que lo has visto en Facebook. Incluso puede que lo hayas recibido por Whatsapp. Estos días hemos visto atónitos la supuesta agresión desmedida de un hombre musulmán a una enfermera en un centro de salud español. Las imágenes, siempre acompañadas de comentarios racistas o xenófobos sobre la islamización de Europa: “musulmán agradeciendo así las ayudas que le damos”, decían. Incluso acusaban a TVE de no querer emitir las imágenes y escondernos la realidad.

Pues bien, aunque el vídeo es real y la agresión es igualmente deleznable, no está grabado en un hospital de España: lo que vemos es a un borracho liándose a golpes con el guardia de seguridad, un enfermero y una enfermera de un centro sanitario en Rusia; en Novgorod, concretamente. Nada más lejos de la realidad que pretendían colarnos. Sin embargo, muchos compartieron las imágenes en sus redes sociales, contribuyendo así a viralizar el vídeo. Tristemente, están mostrando implícitamente su conformidad con los comentarios que le acompañan al querer sacar a la luz una “verdad incómoda”.

Lo curioso del caso es que este vídeo del hospital se ha extendido al igual que el de la chica musulmana que camina impasible frente a uno de los heridos en el atentado de Londres de la semana pasada. De igual forma, el cariz racista que algunos quieren darle se ha viralizado por las redes sociales, hasta el punto de que la propia protagonista ha tenido que escribir a los medios explicando cómo su imagen está descontextualizada. Menos mal que el fotógrafo que tomó la instantánea también ha salido en su defensa.

Se trata de dos ejemplos perfectos de bulos, lo que en Estados Unidos llaman ‘fake news’, y nosotros hemos importado como la ‘postverdad’. Simple y llanamente, una manipulación de la realidad. El presidente norteamericano Donald Trump ha emprendido una campaña casi personal contra ellas y contra el proceder de algunos medios que, supuestamente, inventaron noticias contra él con la intención de socavar su campaña hacia la Casa Blanca.

Porque sí, detrás de este tipo de noticias hay un claro objetivo. Puede ser ganar dinero a base de clicks. O puede ser vender ideología. En el caso tanto del vídeo como de la imagen de Londres, la intención detrás de quien los colgó con semejantes frases racistas era crear una alarma social y un estado de opinión en contra de los refugiados. Un clima de odio racial que se retroalimenta de otras publicaciones de Facebook, como las supuestas ayudas millonarias a marroquíes en España, o la noticia de que Cáritas ha rechazado ayudara una mujer española por no ser inmigrante. Todo mentira. Al final permanece una sórdida idea generada con todas estas publicaciones: el extranjero, el migrante, el refugiado, es el enemigo a combatir. ¡Qué lástima que seamos nosotros mismos quienes estemos creando este ambiente prebelicista y antihumanitario! Es para pensárselo dos veces.

Contrastar la fuente de las historias, especialmente si tienen claros tintes racistas, debería ser un hábito. Compartir noticias de dudoso origen sin un ápice de espíritu crítico sólo contribuye a extender la desinformación, generar confusión y acrecentar el odio en una sociedad que ya está de por sí bastante caldeada. Antes de compartir, pregúntate: ¿estás plenamente de acuerdo con ese contenido y quieres que los demás lo sepan?, ¿crees que es verdadero?, y ¿qué pretendes conseguir realmente con ello?

Bien, para ayudarte en esta tarea de comprobación de la verdad, la cuenta de Twitter @malditobulo, que enseguida desenmascaró el caso que he relatado en las primeras líneas, ha redactado una suerte de manual para actuar ante noticias que puedan ser falsas. Estos son sus consejos:

1.- Desconfía de exclusivas de medios que no conoces.

2.- No te quedes solo con el titular.

3.- Cuidado con el «humor». Hay medios que se escudan en que son «humor» para colar noticias falsas.

4.- Si no tienen fuente, fecha, lugar, no te fíes.

5.- Cuidado con las alertas falsas, que solo provocan miedo y viralización. Ni España está en nivel de alerta 5 antiterrorista, ni existen plátanos con sida. Para verificar este tipo de situaciones, consulta los perfiles en Twitter de @policia y @guardiacivil.

6.- Si la noticia contiene ciertos tintes ideológicos, ten cuidado, pues puede ser inventada. Se suelen recuperan informaciones antiguas, haciéndolas pasar por actuales para crear alarma.