(artículo publicado en La Comunicación de las Cosas)
En política todo está medido, tanto lo que se dice como lo que se muestra. Y es que el primer objetivo de un candidato en una campaña electoral no es derrotar al adversario, sino ganarse a la audiencia, cautivarla y moverla a la acción. Es una cuestión emocional, no racional, ya que tratan de persuadir a ese más del 30 % de personas que aún no tienen decidido su voto, que van a resultar a la postre decisivas para no llevarnos a unas terceras elecciones. Y cada gesto, por mínimo que sea, cuenta. Por eso, hemos querido en este inicio de campaña estudiar a fondo a los cuatro grandes candidatos a Presidente de Gobierno, para ver cómo se manejan en esto que llamamos comunicación no verbal.
ACTITUD GESTUAL Y POSE
De entre todos ellos destaca sobremanera Pablo Iglesias. Es el verdadero experto en lenguaje gestual y dominio del ambiente televisivo. Iglesias busca siempre intimidar, llenar la pantalla con su imagen. Quiere ser el “macho alfa”. Cuando está de pie, separa mucho las piernas y pone las manos como los vaqueros a punto de disparar; es una clásica postura de dominio para “hacerse más grande”, o dar la sensación de que controla la situación en la que se envuelve. Cuando se sienta, se relaja, echa el brazo detrás del respaldo de la silla, se siente confiado y así se muestra. Pero tiene un fallo grave: su expresión. Siempre está enfadado, o al menos lo parece. Presenta el entrecejo fruncido, la mirada en tensión, encorvado hacia delante, lo cual le resta fuerza y seriedad. Sabemos que está trabajando en ello, pero de momento la sensación que produce es de ser el candidato “eternamente enfadado” y excesivamente agresivo. Y eso le puede pasar factura.
No se queda muy atrás Albert Rivera, cuyos gestos y su cuidada postura le convierten en el más elegante de los cuatro candidatos. No en vano, el experto en análisis de conducta y comunicación José Luis Martín Ovejero considera que, a nivel de comunicación, “no hay ninguno mejor”. «Tiene una gestualidad muy comprometida con su mensaje y eso transmite mucha credibilidad, no manifiesta dudas. Cada palabra la acompaña con sus gestos y así llega mucho mejor. Además, siempre mantiene una postura muy erguida, no se encoge, lo que daría sensación de temor o de huida respecto a ciertas preguntas; no retrocede físicamente ante temas que podrían serle más controvertidos; y la mirada es directa hacia el interlocutor, no se le descubren vistazos descendentes propios del temor o la vergüenza», explicaba en El Mundo. Mueve mucho las manos, enfatizando su discurso, y muestra una importante seguridad en sí mismo a la hora de proyectar una mirada a su interlocutor, lo cual, unido a un impecable uso del lenguaje y una marcada educación a la hora de hablar, le convierte en un seductor innato. Sin embargo en los debates televisados hemos comprobado que los nervios suelen jugarle una mala pasada: comienza a bailotear de forma compulsiva, se mueve en exceso y desequilibra su postura, lo cual acaba afectando a su modo de hablar y altera su ritmo de discurso. Rivera ha confesado que está trabajando en ello con un coach personal, consciente de lo mucho que se juega a la hora de saber transmitir con su imagen.
El caso de Mariano Rajoy es más complejo. Dicen que el Presidente del Gobierno en funciones, experto en el campo político y con una dilatada experiencia, gana mucho en las distancias cortas; sin embargo, en los debates o las intervenciones televisadas no se encuentra agusto, por lo que es incapaz de transmitir cercanía, no llega a conectar con el votante potencial. Rajoy muestra aparente serenidad en su rostro, inalterable. Este aspecto le resta frescura y le impide empatizar con su interlocutor, pues bloquea la comunicación de emociones y sensaciones. Le cuesta sonreír. Sin embargo, sabe modular perfectamente su tono de voz, imprimiendo positividad y amabilidad a su mensaje, por muy duro que este resulte. Él es consciente de que la victoria solo se obtiene cuando consigues componer un discurso civilizado, no solo en el fondo, sino también en las formas. Por otra parte, el Presidente gesticula más bien poco (quizá para no mostrar nerviosismo, como le pasa a Rivera), pero sí suele apoyar mucho sus palabras con las manos, especialmente con el inquisitivo dedo índice. A veces se lleva la mano al pecho, enfatizando su discurso para mostrar sinceridad y honestidad sobre lo que está diciendo. Y algo que le alabamos: mira directamente a quien le habla cuando el tono de la conversación lo requiere, manteniendo esa mirada, demostrando seguridad y valentía.
Y Pedro Sánchez. ¿Qué decir de Pedro Sánchez? Que es guapo. Y lo sabe. Que es seductor. Y lo sabe. Que tiene “charme”. Y lo sabe. Y todo ello lo explota. Demasiado. Tanto que el físico ha engullido el mensaje, hasta el punto de que cuando hacen esas encuestas a pie de calle sobre qué opinan de un candidato, la frase más repetida para el del PSOE es que es guapo. Y punto. Nada más allá de su empatía, de su mensaje, de sus ideas. Y como es guapo, y alto, y bien plantado, su pose es perfecta. Erguido, seguro de sí mismo, tiene un absoluto dominio del espacio físico para buscar cercanía con el público (lo que comúnmente se denomina proxemia). Sin embargo en sus gestos vemos cierta artificialidad, una naturalidad muy impostada. Su tono de voz es casi de locutor, como si estuviera publicitando un producto, lo cual genera la impresión de que su discurso queda enlatado, poco fluido, sin entusiasmo.
LOS TICS
Si hablamos de gestos compulsivos, Albert Rivera se lleva la palma. Es muy característica
la pose de sus manos, siempre la misma: como si acabara de abrocharse la chaqueta, pasa la mano izquierda bajo la derecha, escondiendo el pulgar. Él mismo, en el programa que realizó recientemente junto a Susana Griso, admitió que no sabía dónde colocar las manos, y que el gesto le salía sin él pretenderlo. A veces cambia este gesto por el que simula “lavarse las manos”. En realidad todos ellos constituyen una vía de escape para sus nervios, le muestran expectante, en tensión.
Pasamos a Pablo Iglesias. El líder de Podemos tiene dos gestos muy característicos. El primero de ellos es la forma mecánica de mover brazos y manos para enfatizar su discurso. Siempre de las misma manera, tipo muñeco. Y siempre, siempre, con algo entre los dedos, como el tan comentado boli Bic. Esto le permite calmar los nervios mientras juguetea con el objeto. Por otra parte, tenemos el exceso de pestañeos; según los informes internos de su propia formación política, Iglesias «suele superar los 45 pestañeos por minuto y, en ocasiones, llega a los 75. Pestañear mucho transmite nerviosismo/inseguridad o bien que se está mintiendo. Se recomienda cuidar este aspecto».
Hablando de pestañeos, Rajoy también cae en esta mala costumbre, y a veces con un movimiento exagerado. Es más: suele guiñar su ojo izquierdo cuando está defendiendo una idea o defendiéndose de una acusación. A ello se le une la lengua, que mueve por las comisuras de los labios en bastantes ocasiones, lo que parece mostrar que tiene la boca seca ¿por los nervios? Y, al igual de Iglesias, el candidato del PP suele utilizar un bolígrafo entre sus dedos para serenarse, solo que en este caso no es un humilde Bic, sino una pieza más sofisticada.
Y a Sánchez … pues no le he encontrado tic alguno, salvo un breve guiño de ojos, subida de cejas y gestos faciales seductores similares. ¿He dicho ya que sabe de sobra lo guapo que es?
TOTAL LOOK
Son políticos a la antigua usanza, y se demuestra en su forma de vestir. Tanto Rajoy como Sánchez son fieles a los trajes. Especialmente el Presidente del Gobierno en funciones, quien no suele salirse de este tipo de look (salvo cuando sale a correr por las mañanas, claro). El protocolo obliga, y él representa a un país, por lo que la imagen de seriedad que aporta el traje es fundamental. De corte clásico y con camisas a medidas, el candidato popular no arriesga, y va a lo seguro. Complementa su imagen con corbatas anchas, preferiblemente de tonos claros (como el azul corporativo de su partido).
Pedro Sánchez también suele llevar trajes, aunque, a diferencia de Rajoy, él los leva de tipo slim fit, ajustaditos, más modernos. Eso sí, los reserva para debates y ocasiones especiales. En los mítines y apariciones televisivas, es fiel a una imagen más desenfadada, pero siempre con un elemento común: la camisa blanca. Remangada perfectamente doblada hasta el codo, el líder del PSOE no se separa de ella, lo cual le ha servido para ser carne de memes. Da igual: no le falla nunca.
Albert Rivera también usa trajes, aunque suele dejarlos para las grandes citas, como debates en televisión y similares. Clásico, impecable, y de corbata estrecha, el candidato “naranja” remata su look con impolutos zapatos de vestir. En ocasiones le hemos visto sin americana, pero con camisas con la raya perfectamente marcada. Y con un aspecto más informal en los mítines y programas de televisión de corte humorístico (tipo “El Hormiguero”), donde cambia la formalidad de un sastre por los cuidados polos de Massimo Dutti, que le dan un aspecto más desenfadado pero arreglado.
Especial mención merece el cambio de Pablo Iglesias en estos últimos meses. Tras su comentado smoking de la gala de los Goya, el líder morado ha aceptado una prenda a la que siempre había renunciado casi por principios: la corbata. Como buen politólogo que nunca deja nada al azar, la elección de la ropa de Iglesias siempre ha estado cargada de simbolismo; la camisa remangada o las zapatillas (look con el que incluso ha llegado a presentarse ante el Rey) le acercaban al aspecto de la gente de la calle y le alejaban de lo que él llama “la vieja política”. Pero generaba dudas entre quienes consideraban que no era una forma correcta de vestir para alguien que aspiraba a la Moncloa. Ahora, aconsejado por sus asesores, aparece siempre con corbatas estrechas, con las que, de cara al 26-J, pretende conectar con los mayores de 50 años, proyectando una imagen «más presidenciable». Por otra parte, sin perder las señas de identidad que le caracterizan, Iglesias cuida ahora más su peinado para no dar un aspecto desaliñado. Siempre lleva gomas del mismo color de su pelo en su sempiterna coleta, la cual suele preferir peinarse con raya en medio para no dar aspecto de “casco de pelo”, tipo Playmovil. Lo dicho: cualquier detalle medido hasta el extremo.
QUE NO FALTEN LOS COMPLEMENTOS
La imagen clásica y profesional de Rajoy se refuerza con la simplicidad de sus complementos. Poco más que su alianza de casado y un reloj Tissot en su muñeca izquierda, acompañado siempre de sus necesarias gafas de montura fina. Sánchez, por su parte, muestra las muñecas desnudas, sin reloj. Cero complementos, cero problemas de imagen. Simple.
Rivera no se separa desde hace un año de su llamativo Swatch, un modelo asequible a todos los bolsillos, con el que el líder de Ciudadanos deja de lado el lujo individual que mostraba en sus anteriores relojes de Armani o TW Steel para mostrar más austeridad en tiempos de crisis económica. Con el naranja corporativo de su formación política, siempre destaca en su muñeca en debates, mítines y cualquier acto oficial.
Por su parte, Pablo Iglesias siempre suele llevar algún adorno en su muñeca, pero pocas veces le hemos visto con reloj. Siguiendo una tendencia modernista y desenfadada, apuesta por pulseras como las que hacíamos de pequeños. De hecho, siempre lleva una azul y negra de hilo y varias finas de cuero, en ambas manos. Eso sí, sus asesores han conseguido que se quite las gomas del pelo de repuesto para su coleta que solía también portar en sus manos.